En un día como hoy
En un día como hoy… despertamos tempranito mis hermanos y yo. Sabíamos la tarea de los momentos previos a tan majestuoso despliegue militar. Esas sillas de tapiz azul del comedor salían a dar su paseo anual en ese día glorioso. Una al lado de la otra formando filas cual soldados obedientes, dispuestas en esa equina de la calle Toesca con Ejército, esperando ser ocupadas por la abuela, tías y tíos.
Nosotros, los chicos éramos los guardianes de tan privilegiados puestos, para ser testigos de la Parada Militar en primera fila, orgullosos de nuestras fuerzas armadas, cuidadores de la seguridad de nuestra patria y sin duda de la nuestra.
A las 10 de la mañana pasaron desfilando los cadetes de la armada, con destino al Parque Cousiño para unirse con el resto de los soldados, preparándose para rendir honores al presidente del momento, adalid de nuestra democracia.
Ansiosos despertamos a papá, para que moviera su camioneta Chevrolet, color verde, para estacionarla aculatada en esa esquina, lugar que ocupamos los chicos, parados en el pick up, constituyéndose en el palco más privilegiado de la cuadra.
Mamá preparaba la merienda para sostener una larga jornada de la tarde. Las empanadas entraron al horno y los huevos comenzaron a cocerse. Mi madrina, tía Yoca, el tío Leandro, mama y papá, a medida que iban llegando, iban ocupando sus puestos y los chicos pudiendo soltar tan importante responsabilidad.
Al comenzar el desfile de las diferentes escuelas militares, cada una marchando al son de sus propias bandas, el apetito se abría. Los transformábamos en los acarreadores de esas exquisiteces chilenas que mamá disponía con mucha anticipación. Y por supuesto… “los que reparten sacan la mejor parte”.
El deleite culinario iba a la par de los vítores que especialmente los jóvenes, las chicas y los niños hacíamos a los cadetes para que realizaran “paso de parada”. Ellos comenzaban a marchar levantando sus largas piernas haciendo casi perfectos ángulos rectos, sin perder el ritmo de la marcha. El “Guaripola”, quien dirigía la banda y la marcha, daba el vamos para que todos los soldados, obedecieran luciéndose como bandadas de pájaros despegando sus alas. Estrellita, mi prima, pololeaba con el “Tambor mayor” de la escuela militar, por lo que teníamos asegurado el espectáculo.
En esos tiempos los militares y los carabineros eran NO deliberantes, no constituyendo parte de las decisiones políticas del país. A partir del Golpe Militar, no solo pasaron a ser deliberantes, sino que también a manejar, decidir e imponer, sobre todos los chilenos, transformando ese orgullo y admiración en miedo y división.
Como echo de menos esos días en… un día como hoy…