Desafío de un país que madura
Hoy en una conversación con una coach, compartimos el caso de una clienta que a sus 52 años está desempleada, después de haber trabajado sus últimos 18 años en la misma empresa. La emoción que la embarga es la resignación y el miedo, comentando “¿quién me va a querer dar trabajo a mis 52 años?” ¿Será que creemos que ya a los 50 comenzamos a no ser productivos? ¡Dramático!
Situaciones como esas no son extraordinarias. No solo la empleabilidad de las personas mayores se hace difícil, sino de aquellas que están en la mitad de su vida, comenzando a hacerse la vida cuesta arriba. Esto no es algo nuevo, pues este fenómeno se ha venido consolidando en los últimos, al menos 20 años, con la creencia cultural ya arraigada de “forever 21”, sobrevalorando lo juvenil, la juventud… sinónimo de belleza, de “fitness”, de modernidad, agilidad, flexibilidad, resiliencia, etc. y minusvalorando a las personas mayores y restándole capacidades a las personas en los cincuenta y más. No descarto que algunas de estas cualidades juveniles son conceptos valorables, que tratamos de sostener a medida que vamos madurando y creciendo, mas no son los únicos que necesitamos para avanzar en la sociedad, en las empresas y organizaciones, así como en la cohesión familiar. El valor de la madurez, de la capacitación, de la educación, de la experiencia que acarrea la templanza, la mirada sistémica, la amplitud de criterio, la escucha, la pregunta, la empatía… son tesoros que se están quedando en baúl de los recuerdos.
Hoy la sociedad está envejeciendo aceleradamente con graves consecuencias tanto económicas como de calidad de vida, si no tomamos conciencia y le damos la relevancia para tomar acciones tanto en lo público, en lo privado y en el seno de nuestras familias.
El panorama general en Chile es el siguiente: La Tasa Global de Fecundidad (TFG) interpretada como el número de hijos promedio que tendría una mujer durante su vida fértil (15- 49 años) ya en el 2019, fue de 1,44 hijos, bajo el nivel de reemplazo generacional estimado de 2,1 hijos promedio por mujer (INE). Más personas mayores que hijos nacidos. ¡Grave!
Al mismo tiempo estamos viviendo más años, lo que nos alegra, pues es un anhelo humano, poder conocer hasta nuestros bisnietos. Y quienes más han crecido en los últimos 20 años es el espectro de las personas de 80 y más. (162%, 2001-2024, CEPAL). A su vez, la esperanza de vida en el 2025 estaría siendo de 83,36 años promedio, según las proyecciones del INE.
Lo que estaba ocurriendo hace más de 20 años no es lo mismo de lo que estamos viviendo hoy. Disminuyen los jóvenes a quienes se les hiper valora, se resiste a los/las cincuentones/as y aumentan las personas mayores. Todo esto para tener un contexto de cómo se está comportando la población y en relación a su empleabilidad a medida que pasan los años. Hoy ya no hablamos de los 60 y más, sino que de los 50 y más, ampliándose el espectro de resistencia, tema preocupante.
Hace poco asistí a un seminario desayuno organizado por ICARE, como colaboradora de Travesía 100: “Tiempo de escuchar, tiempo de actuar: Economía Plateada en Movimiento”. Se presentaron los resultados de una investigación hecha por Cadem y Sello Mayor a una población de ejecutivos de 100 empresas privadas y su percepción de los adultos mayores. El publico asistente al evento, curiosamente era de las organizaciones que están trabajando el tema (como Travesía 100, Sello Mayor, entre otros), y la ausencia de la empresa privada.
Dentro de los resultados expuestos, casi el 100% de los encuestados está de acuerdo de la necesidad de incorporar a personas mayores y de retener a las de 50 y más. Pero al profundizar en la pregunta sobre cuánto están invirtiendo en formación continua de las personas de 50 y más, la cifra se hizo exigua. Las empresas no están invirtiendo en capacitar y en mantener o aumentar beneficios a sus colaboradores al llegar a la mitad de la vida, enfocándose principalmente por retener talentos jóvenes que no duran más de 2 o 3 años en las organizaciones. Esto me lleva a pensar que aún no hay conciencia colectiva en el valor que entrega la diversidad etaria en la productividad y en clima laboral que esta colaboración entrega a las organizaciones.
Me preocupan mis hijos y toda su generación, que están acercándose a los 50…, período de máxima productividad, adicionándoles la educación adquirida y la experiencia, y pudiendo quedar fuera del sistema. Me duele las personas de 60 y más que están “jubilando” “en retiro”, pasando a el grupo de “no activos”, estando plenamente activos y con ganas y necesidad de seguir aportando desde una vida vivida. Me provocan los jóvenes, que ven tan lejano ser persona mayor, por lo que no hay una formación hacia una nueva longevidad. Me preocupa mi país que es el N°1 en tasa de envejecimiento de Latinoamérica, igualando a los países europeos, con todas las insuficiencias de un país en desarrollo.
Retomo el titulo para convocar a este seminario: “Tiempo de escuchar, tiempo de actuar”. Escuchar, entendido como toma de conciencia de cada uno de nosotros, me incluyo, escuchar la realidad que tenemos en frente y actuar en el nivel que estemos participando tanto privado, íntimo, como colectivamente.
Artículo escrito por Ana María Torres
Mayo del 2025.